11hs: Abro los
ojos, no quiero decir que me despierto porque ya me desperté varias veces
durante la noche. Estoy algo nervioso. Mentira, estoy muy nervioso: es un día
diferente y no porque sea feriado ni por el día del abuelo ni nada que se le
parezca. Hoy juega Uruguay por el Mundial. Mucho más que eso, hoy Uruguay se
juega la chance de seguir en el Mundial y yo me juego el humor de los próximos
dos o tres meses.
12hs: La ansiedad está creciendo, no
tengo ganas de desayunar, ni de hablar con nadie, ni de pensar en la facultad o
en cualquier otra cosa. Les pregunto a mis padres si necesitan que les traiga
algo del shopping y arranco cabizbajo escuchando música para cumplir con uno de
los rituales más sagrados e irracionales que tengo los días de partidos. A
veces pienso que las cábalas no sirven para nada, pero no abandono la mía bajo
ningún concepto: apostar que Uruguay va a perder. Nunca sé si me da resultado
porque mi suerte en las apuestas es muy mala, o porque el equipo juega bien.
12:15hs: Realizada la apuesta, vuelvo a
casa a esperar que las horas se consuman y arranque el partido, se viene una
larga espera hasta las cuatro de la tarde.
13:10hs: Hora del almuerzo, la familia
intercambia temas en la mesa que ni siquiera me molesto en seguir. Ellos
tampoco se molestan en que yo preste atención, saben que la mirada perdida
tiene un significado: ansiedad por que se haga la hora indicada. Me conocen lo
suficiente como para no preguntarme si me pasa algo o si quiero comer otro plato.
El estómago está lleno de nervios, no hay espacio para nada más.
14hs: Ya me estoy comiendo las uñas.
Este es el momento en el que me pregunto por qué los partidos se juegan tan
tarde y por qué me gusta el fútbol.
15:20hs: Faltan 40 minutos y ya estoy
tan agotado como los jugadores que están haciendo el precalentamiento. Camino
por la casa mirando el piso. Soy afortunado porque en mi casa nadie es
psicólogo. La pasión y la locura tienen una frontera muy fina y no sé de qué
lado estoy. Mi hermana amasa galletas
como regalo del día del abuelo, por suerte lo hace ahora, porque dentro de un
rato no voy a permitir que se mueva ni una mosca.
16hs: Llegó la hora, todos estamos
frente al televisor en el lugar de siempre, en esa silla de la que no debemos
movernos bajo ningún concepto. Empieza el partido y la única voz que se permite
en la casa es la del relator de la televisión. Basta un gesto o una mirada para
hacer callar a cualquiera que hable de otra cosa.
16:40hs: ¡GOL DE URUGUAY! Todos
gritamos y nos abrazamos, pero sin festejos desmedidos, he visto muchas veces
cómo la alegría de un festejo anticipado se esfumaba ante un gol rival. Me
siento otra vez, aún queda mucho rato de sufrimiento.
17hs: Terminó el primer tiempo, mi
hermana es la única que se levanta y le recuerdo que antes de que empiece la
segunda parte tiene que volver a sentarse en la misma silla, como si de eso
dependiera el resultado de los 22 jugadores que están en la cancha. Ella acata
como si el planteo hubiera sido racional, creo que no tiene ganas de discutir
conmigo en este estado.
17:30hs: Gol de Inglaterra y todo se
cae: ya no hay alegría, ya no hay cábala, ya no hay día del abuelo, las
galletas se las voy a mandar por encomienda porque no voy a querer salir de mi
casa. Esperé cuatro años por este momento y se está esfumando sin que yo pueda
hacer nada. Mañana no voy a ir a la facultad, el sábado no voy a ir a ese
cumpleaños, no voy a soportar que el mundial ocupe las pantallas de los canales
las 24 horas. Quedan 15 minutos para que los próximos meses no pasen a ser un
calvario.
17:45hs: ¡¡¡GOL DE URUGUAY!!! Y yo
resucito, y vuelven las ganas, la abuela, las galletas, el mundial, los canales
de TV, la facultad y las ganas de salir a la calle. El mundo volvió a cobrar
sentido.
18hs: Se terminó el partido. Festejo un
buen rato porque me acabo de sacar una tonelada de encima. Me apronto para ir a
lo de mi abuela, ella nunca va a saber que es Suárez el responsable de que la
vaya a visitar. Estoy feliz, pero a veces pienso que sería más feliz si tuviera
un hobby diferente. Estoy tranquilo, pero sé que el martes contra Italia mi
mundo va a volver a correr el riesgo de derrumbarse.
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