"JUEVES 19 DE JUNIO"

domingo, 22 de junio de 2014
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               11hs: Abro los ojos, no quiero decir que me despierto porque ya me desperté varias veces durante la noche. Estoy algo nervioso. Mentira, estoy muy nervioso: es un día diferente y no porque sea feriado ni por el día del abuelo ni nada que se le parezca. Hoy juega Uruguay por el Mundial. Mucho más que eso, hoy Uruguay se juega la chance de seguir en el Mundial y yo me juego el humor de los próximos dos o tres meses.
                12hs: La ansiedad está creciendo, no tengo ganas de desayunar, ni de hablar con nadie, ni de pensar en la facultad o en cualquier otra cosa. Les pregunto a mis padres si necesitan que les traiga algo del shopping y arranco cabizbajo escuchando música para cumplir con uno de los rituales más sagrados e irracionales que tengo los días de partidos. A veces pienso que las cábalas no sirven para nada, pero no abandono la mía bajo ningún concepto: apostar que Uruguay va a perder. Nunca sé si me da resultado porque mi suerte en las apuestas es muy mala, o porque el equipo juega bien. 
                12:15hs: Realizada la apuesta, vuelvo a casa a esperar que las horas se consuman y arranque el partido, se viene una larga espera hasta las cuatro de la tarde.
                13:10hs: Hora del almuerzo, la familia intercambia temas en la mesa que ni siquiera me molesto en seguir. Ellos tampoco se molestan en que yo preste atención, saben que la mirada perdida tiene un significado: ansiedad por que se haga la hora indicada. Me conocen lo suficiente como para no preguntarme si me pasa algo o si quiero comer otro plato. El estómago está lleno de nervios, no hay espacio para nada más.
                14hs: Ya me estoy comiendo las uñas. Este es el momento en el que me pregunto por qué los partidos se juegan tan tarde y por qué me gusta el fútbol.
                15:20hs: Faltan 40 minutos y ya estoy tan agotado como los jugadores que están haciendo el precalentamiento. Camino por la casa mirando el piso. Soy afortunado porque en mi casa nadie es psicólogo. La pasión y la locura tienen una frontera muy fina y no sé de qué lado estoy.  Mi hermana amasa galletas como regalo del día del abuelo, por suerte lo hace ahora, porque dentro de un rato no voy a permitir que se mueva ni una mosca.
                16hs: Llegó la hora, todos estamos frente al televisor en el lugar de siempre, en esa silla de la que no debemos movernos bajo ningún concepto. Empieza el partido y la única voz que se permite en la casa es la del relator de la televisión. Basta un gesto o una mirada para hacer callar a cualquiera que hable de otra cosa.
                16:40hs: ¡GOL DE URUGUAY! Todos gritamos y nos abrazamos, pero sin festejos desmedidos, he visto muchas veces cómo la alegría de un festejo anticipado se esfumaba ante un gol rival. Me siento otra vez, aún queda mucho rato de sufrimiento.
                17hs: Terminó el primer tiempo, mi hermana es la única que se levanta y le recuerdo que antes de que empiece la segunda parte tiene que volver a sentarse en la misma silla, como si de eso dependiera el resultado de los 22 jugadores que están en la cancha. Ella acata como si el planteo hubiera sido racional, creo que no tiene ganas de discutir conmigo en este estado.
                17:30hs: Gol de Inglaterra y todo se cae: ya no hay alegría, ya no hay cábala, ya no hay día del abuelo, las galletas se las voy a mandar por encomienda porque no voy a querer salir de mi casa. Esperé cuatro años por este momento y se está esfumando sin que yo pueda hacer nada. Mañana no voy a ir a la facultad, el sábado no voy a ir a ese cumpleaños, no voy a soportar que el mundial ocupe las pantallas de los canales las 24 horas. Quedan 15 minutos para que los próximos meses no pasen a ser un calvario.
                17:45hs: ¡¡¡GOL DE URUGUAY!!! Y yo resucito, y vuelven las ganas, la abuela, las galletas, el mundial, los canales de TV, la facultad y las ganas de salir a la calle. El mundo volvió a cobrar sentido.

                18hs: Se terminó el partido. Festejo un buen rato porque me acabo de sacar una tonelada de encima. Me apronto para ir a lo de mi abuela, ella nunca va a saber que es Suárez el responsable de que la vaya a visitar. Estoy feliz, pero a veces pienso que sería más feliz si tuviera un hobby diferente. Estoy tranquilo, pero sé que el martes contra Italia mi mundo va a volver a correr el riesgo de derrumbarse.
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